sábado, 23 de enero de 2010

3. Los Collares extraños

Eché una rápida mirada al entorno del paisaje. No era una serpiente muy común así que me dedique a observarla durante unos segundos. Cojí el palo que tenía Alex entre las manos y la di la vuelta. Había algo en la mitad de la serpiente cascabel. Me agaché para poder verlo. Tenía unos dibujos grabados en la tripa. El primero era un ojo muy parecido a los que se usan en los jeroglíficos egipcios; el segundo era una varita, se podía diferenciar por las explosiones diminutas alrededor de la punta de la varita; y el tercero era un cuaderno y un lápiz que dibujaba en el utensilio:

¿Qué es esto? – pregunté volviendo a ponerme derecha. Claudia y Alex se acercaron.

– No se. – respondió Alex. – Parecen… ¿Dibujos?

Me dirigí hacia el sitio donde había salido la serpiente, quedando invisible para mis amigos de detrás.Había una caja grande de madera. La cojí y la examiné:

– ¿Maya? ¿Dónde estás?

– ¡Estoy aquí! – grité desde detrás de las hierbas.

Les oí acercarse hasta que les tuve detrás de la nuca; contemplando aquella caja extraña. La abrí y había tres collares con forma de gota. Cada uno cogimos uno y nos lo echamos al cuello:

– Tienen la misma forma que los garabatos de la serpiente. – susurré mientras acariciaba el grabado de mí collar - ¿Claudia me quedes dejar tu collar? – La pregunté alargando la mano con la palma hacia arriba.

– Sí, toma. – Me dijo entregándome el collar cuidadosamente. Ese collar tenía el mismo defecto que el mío.

– ¿Qué pasa? – Preguntó Alex mirando su collar – ¿Qué es esto? – señaló a la izquierda de su collar.

Le faltaba la mitad de un círculo y en la otra parte sin embargo sobresalía. El de Claudia y el mío eran exactamente igual, pero con grabados diferentes. El mío tenía el ojo egipcio, el de Claudia el cuaderno con el lápiz y el de Alex la varita. Era como un puzzle que había que rellenar; y no tarde en hacerlo. Cuando los collares de Claudia y mío se juntaron; y cuando lo hicieron sentí una energía extraña. Era como si una fuerza me dijera que no estaba ahí; que era otro lugar, pero no le di mucha importancia, ya que tampoco era muy fuerte. Le quite de la mano el collar a Alex, y mientras se quejaba, los junte.

Nos quedamos observando los collares durante un rato. Cada vez que sujetaba mi cadena era como si fuéramos uno; pero sin embargo si tocaba alguna de las de mis amigos era como si me rechazaran. “Que extraño” murmuraba todo el rato; eso provoco que la curiosidad de mis acompañantes aumentara e imitándome, empezaron a tocar la cadena de los collares.

Cada uno de nosotros toco la cadena que le correspondía, y entonces ocurrió todo muy rápido. Volví a sentir esa extraña sensación; y entonces volamos hacia arriba. Todos nos lanzábamos miradas de dudas. De repente nos inundo una luz blanca y rápidamente volvimos al suelo con una caída bastante brusca:


– ¿Qué a pasado? – preguntó Claudia con preocupación.

– No lo se… – murmuro Alex lo suficientemente alto para que le oyéramos.

Nos incorporamos y después de una larga discusión decidimos volver a la piscina.

sábado, 16 de enero de 2010

2. La Serpiente Cascabel



Alex parecía entusiasmado con aquel extraño lugar, que ni a Claudia (o eso asemejaba ella) ni a mí nos gustaba mucho. Entramos a aquel horrible sitio en fila, con patines, Alex iba delante, seguido por mí - que tenía la mirada puesta en el suelo por si encontraba con algo con lo que me pudiera tropezar - y a su vez Claudia me seguía. No tardé en perder el equilibro, pero por suerte tenía a Alex cerca y logré sujetarme de su brazo. Tenía una postura patética. Conseguí ponerme derecha, con ayuda de Claudia y Alex, en seguida:


– ¡Que raro! – dijo Claudia con un ligero tono irónico.


Volví a mirar al suelo. De repente aparecieron unas nauseas y un chillido hizo que mis amigos sobresaltaran. Con un dedo señalé al suelo.


- Una rata – dije con tono suave señalando al animal que yacía muerto en el suelo.

– Tranquila… será el último bicho que nos vamos a encontrar. – Me intentó calmar; pero sabía que el también las tenía repugnancia y Claudia no se corto en apartar la mirada con un ligero chillido.

Rodeamos al bicho, seguimos para adelante y encontramos lo que antes debía ser una piscina. Era cuadrada y bastante ancha, con mucha profundidad. Tenía un cierto aire a una pista de patinaje, pues los costados en vez de horizontales; eran unas cuestas por las que se podía patinar con toda facilidad para cualquier persona sobre patines, sin contarme a mí. Intenté bajar la cuesta y para mi sorpresa, y la de los demás, la bajé sobre los patines en vez de sobre mi culo. Alex sacó una pelota de goma roja y bastante grande:


– Ahora vamos a jugar con esta pelota. – dijo lanzándole la pelota a Claudia.


La pelota pasaba de mano a mano, a veces cambiábamos de sentido, pero el juego fue divertido; más que nada porque no me caí; pero Claudia me pasó el balón un poco más fuerte, probablemente por que ya empezaba a cojerle el tranquillo; pero el caso es que me agaché para evitar tener la nariz rota y se desfiló velozmente por encima de mi cabeza dándole a Alex en la tripa. Aquello provocó que este último cayera hacía atrás y que la pelota; del rebote; se fuera hacía las hierbas que no nos dejaron ver el balón de Alex:


– ¡Uy! Lo siento… – se intentó disculpar Claudia sin disimular su diversión, pero esta vez no era la única que reía; Alex y yo también carcajeábamos.


Ayudamos a Alex a levantarse y fuimos a por la pelota. Yo me quedé un poco atrasada con el fin de que encontrasen la pelota y poder volver a la piscina vacía. Me demoré demasiado, hasta llegar al punto de no verles.


Oí la voz de Claudia a lo lejos. Gritaba desesperadamente. Intenté acelerar mi paso, con pésimos resultados. Llegué a mi destino y encontré una escena muy peculiar. Alex tenía un palo entre manos, Claudia estaba tirada en el suelo con la pelota entre los brazos y había una serpiente cascabel; verde y de tamaño considerable. La sangre salía sin cesar de su diminuta cabeza:


– ¡¿Qué ha pasado!? – Pregunté a pesar de figurármelo, con un tono bastante preocupado. Alex tiró el palo y me miró con cara de consternación, pero Claudia se levantó y me empezó a explicar lo sucedido.


– ¡Había una serpiente gigantesca…! ¡Estaba detrás del balón…! ¡Y saltó…! – fruncí el ceño, no comprendía nada.



______________________ FLASH BACK ______________________


“Alex y Claudia emprendieron hacía la pelota. Maya se quedó atrasada, es lo que siempre hacía cuando estaban sobre patines y era un sitio “peligroso”. Llegaron hasta su objetivo y encontraron la pelota roja. Claudia se agachó a coger el balón de Alex quedando oculta tras las hierbas:


– ¡Mira! ¡Ahí está el balón!


De entre los matorrales salió una enorme y verde serpiente cascabel, lo cuál provocó la caída de Claudia. Por suerte, Alex tenía un palo a mano con el que la golpeó en la cabeza con un violento movimiento, provocando abrirle el cráneo hasta llegar al hueso que llegó a cascarlo. Poco después llegó Maya.

______________________ FIN DEL FLASH BACK ______________________


A Alex le entendí mucho mejor. No fue, precisamente, la historia más bonita que escuché. Pero, para ser sincera, me gustan más ese tipo de anécdotas.




1. La Casa Abandonada

1min 30, 1min 29, 1min 28… todos mirábamos al reloj; no; todos no: Alex y Claudia estaban riendo y Dani prestaba atención a la clase de mates.

–… y entonces x · pi lo pasamos a la parte derecha…

1min 20, 1min 19, 1min 18… todos dirigimos una mirada a Claudia; se había vuelto a caer de la silla consumida por la risa.

– Jajaja… – todos nos reíamos. Esta no era la primera vez que Claudia se caía de la silla por reírse; es más, diría que esa era la decimocuarta vez en todo este último trimestre.


– ¡Claudia a la calle! – gritó la profesora señalando con un dedo a la calle; también era la decimocuarta vez que la echaban a la calle.

1min, 59, 58… todos volvimos a nuestros respectivos puestos con un pequeño cambio, a Dani se le sumó Alex, que a pesar de sus notas no parecía enterarse. De repente, levanto la mano:


– Pero ¿Por qué pasamos x · pi a la parte derecha?


– Si hubieras atendido a lo que he explicado, te hubieras enterado que x · pi es…


3, 2, 1 ¡¡RING!! Ya era el final de la hora de la última hora del curso de tercero. Alex y yo cogimos nuestras mochilas y las de Claudia y nos mezclamos con los alumnos de nuestra clase para poder salir. Estábamos ya casi saliendo cuando se nos acerco Sara, una chica morena con ojos marrones, un poco pálida y delgada, demasiado delgada:


– ¿No os vais a despedir del pez? – no nos dio tiempo a contestar, se fue directamente a por el pobre pez.


El pez vivía en una caja para guardar todo tipo de material para clase vacía. El agua siempre estaba sucia y el pez desde que se traslado hay parecía no tener vida. Solo se movía cuando Sara andaba cerca.


– ¿Vamos? – Le pregunté a Alex – solo va a ser un segundo.


Nos dirigimos hacia el pez y vimos a Irina moviendo la pecera:


– ¡Sara, que nos tiene que durar un año más! – exclamó Alex.


– ¡Jo, ya! Pero yo creo que está muerto por que no se mueve, mira ¡Pececito, pececito! – mientras decía esto último golpeaba la pecera con un dedo.

– Da igual no nos va a hacer caso – dije recordando otras escenas de Sara y el pez; era inútil decirla nada

Fuimos hasta la entrada y ahí estaba Claudia esperándonos:

– ¡Claudia, otra vez! – la dije mientras la golpeaba el hombro amistosamente.

– ¡Jo Maya, que ha sido culpa del! ¡Alex que parte de no me hables que me entra la risa no has entendido! – Chillo Claudia en medio del pasillo provocando que todos nos miraran.

– ¡Pero si has…! – El timbre de su móvil no le dejó terminar la frase. - ¡Uy! Parece urgente... ¿Si?

Dejamos a Alex atrás hablando pues ya sabíamos quien era:


– ¡Vaya! Que suerte tiene Alex; como se preocupa por el ¿Tu la conoces? – pregunté, pues al parecer era la primera novia que tenia Alex.


– No, no me ha dicho nada… Oye ¿Ahora adonde vamos? – Claudia era mi mejor amiga; tenía el pelo castaño y ojos marrones. Era alta y delgada. También era un poco olvidadiza.

– Pero ¿no habíamos quedado en el parque nada más salir de clase con los patines? – Yo me llamaba Maya; tenía el pelo castaño claro y ojos azules entre verdosos y grisáceos. Era alta y no estaba ni gorda ni delgada. También era bastante olvidadiza – Vamos a esperar a Alex en ese banco. – Señalé un banco vació que estaba al lado de la puerta principal de nuestra ikastola.

Alex era delgado y el más alto de los tres. Tenía el pelo castaño claro y ojos marrón muy oscuro, casi negros.

Mientras le contaba a Claudia lo ocurrido anteriormente con Sara, Alex apareció con sus mochilas al hombro. Se sentó junto a nosotras y esperó a que terminara con mi historia. Cuando le di fin mi relato, Alex empezó a contar lo que tenía pensado hacer:


– ¡Tengo una sorpresa! E encontrado un sitio no muy lejos de aquí en el que podemos entrenar nuestro equilibrio encima de os patines.


Puse cara de desesperación; parecía mentira que nos conociéramos desde pequeños y no se diera cuenta de mi lamentosa situación sobre patines.

– ¡¿Y como se supone que os debo decir que no se me da bien patinar?! – grité lo más alto que pude para darle una impresión de mi enfado.


– ¡Tranquila hombre! - dijo en un tono muy despreocupado – ¡Que los juegos son fáciles! – Se intentó excusar.


– Anda vamos a ponernos los patines antes de que les encuentre otra utilidad – murmuré. Claudia se empezó a reír; la verdad, es que era más fácil encontrar a un perro verde y a un cerdo volando antes que a Claudia en una conversación sin reírse.

Aquella sorpresita era un lugar no muy alejado de la ikastola. No era un lugar muy bonito, ni tampoco diseñado para patinar; la verdad es que no se como se le ocurrió escoger aquel lugar. Era una chabola más o menos decente con un amplio jardín.


– Bueno, ya hemos llegado.