sábado, 16 de enero de 2010

1. La Casa Abandonada

1min 30, 1min 29, 1min 28… todos mirábamos al reloj; no; todos no: Alex y Claudia estaban riendo y Dani prestaba atención a la clase de mates.

–… y entonces x · pi lo pasamos a la parte derecha…

1min 20, 1min 19, 1min 18… todos dirigimos una mirada a Claudia; se había vuelto a caer de la silla consumida por la risa.

– Jajaja… – todos nos reíamos. Esta no era la primera vez que Claudia se caía de la silla por reírse; es más, diría que esa era la decimocuarta vez en todo este último trimestre.


– ¡Claudia a la calle! – gritó la profesora señalando con un dedo a la calle; también era la decimocuarta vez que la echaban a la calle.

1min, 59, 58… todos volvimos a nuestros respectivos puestos con un pequeño cambio, a Dani se le sumó Alex, que a pesar de sus notas no parecía enterarse. De repente, levanto la mano:


– Pero ¿Por qué pasamos x · pi a la parte derecha?


– Si hubieras atendido a lo que he explicado, te hubieras enterado que x · pi es…


3, 2, 1 ¡¡RING!! Ya era el final de la hora de la última hora del curso de tercero. Alex y yo cogimos nuestras mochilas y las de Claudia y nos mezclamos con los alumnos de nuestra clase para poder salir. Estábamos ya casi saliendo cuando se nos acerco Sara, una chica morena con ojos marrones, un poco pálida y delgada, demasiado delgada:


– ¿No os vais a despedir del pez? – no nos dio tiempo a contestar, se fue directamente a por el pobre pez.


El pez vivía en una caja para guardar todo tipo de material para clase vacía. El agua siempre estaba sucia y el pez desde que se traslado hay parecía no tener vida. Solo se movía cuando Sara andaba cerca.


– ¿Vamos? – Le pregunté a Alex – solo va a ser un segundo.


Nos dirigimos hacia el pez y vimos a Irina moviendo la pecera:


– ¡Sara, que nos tiene que durar un año más! – exclamó Alex.


– ¡Jo, ya! Pero yo creo que está muerto por que no se mueve, mira ¡Pececito, pececito! – mientras decía esto último golpeaba la pecera con un dedo.

– Da igual no nos va a hacer caso – dije recordando otras escenas de Sara y el pez; era inútil decirla nada

Fuimos hasta la entrada y ahí estaba Claudia esperándonos:

– ¡Claudia, otra vez! – la dije mientras la golpeaba el hombro amistosamente.

– ¡Jo Maya, que ha sido culpa del! ¡Alex que parte de no me hables que me entra la risa no has entendido! – Chillo Claudia en medio del pasillo provocando que todos nos miraran.

– ¡Pero si has…! – El timbre de su móvil no le dejó terminar la frase. - ¡Uy! Parece urgente... ¿Si?

Dejamos a Alex atrás hablando pues ya sabíamos quien era:


– ¡Vaya! Que suerte tiene Alex; como se preocupa por el ¿Tu la conoces? – pregunté, pues al parecer era la primera novia que tenia Alex.


– No, no me ha dicho nada… Oye ¿Ahora adonde vamos? – Claudia era mi mejor amiga; tenía el pelo castaño y ojos marrones. Era alta y delgada. También era un poco olvidadiza.

– Pero ¿no habíamos quedado en el parque nada más salir de clase con los patines? – Yo me llamaba Maya; tenía el pelo castaño claro y ojos azules entre verdosos y grisáceos. Era alta y no estaba ni gorda ni delgada. También era bastante olvidadiza – Vamos a esperar a Alex en ese banco. – Señalé un banco vació que estaba al lado de la puerta principal de nuestra ikastola.

Alex era delgado y el más alto de los tres. Tenía el pelo castaño claro y ojos marrón muy oscuro, casi negros.

Mientras le contaba a Claudia lo ocurrido anteriormente con Sara, Alex apareció con sus mochilas al hombro. Se sentó junto a nosotras y esperó a que terminara con mi historia. Cuando le di fin mi relato, Alex empezó a contar lo que tenía pensado hacer:


– ¡Tengo una sorpresa! E encontrado un sitio no muy lejos de aquí en el que podemos entrenar nuestro equilibrio encima de os patines.


Puse cara de desesperación; parecía mentira que nos conociéramos desde pequeños y no se diera cuenta de mi lamentosa situación sobre patines.

– ¡¿Y como se supone que os debo decir que no se me da bien patinar?! – grité lo más alto que pude para darle una impresión de mi enfado.


– ¡Tranquila hombre! - dijo en un tono muy despreocupado – ¡Que los juegos son fáciles! – Se intentó excusar.


– Anda vamos a ponernos los patines antes de que les encuentre otra utilidad – murmuré. Claudia se empezó a reír; la verdad, es que era más fácil encontrar a un perro verde y a un cerdo volando antes que a Claudia en una conversación sin reírse.

Aquella sorpresita era un lugar no muy alejado de la ikastola. No era un lugar muy bonito, ni tampoco diseñado para patinar; la verdad es que no se como se le ocurrió escoger aquel lugar. Era una chabola más o menos decente con un amplio jardín.


– Bueno, ya hemos llegado.



1 comentario:

  1. ¡Buah,que guay! Me encanto la parte de Sara y el pez ¡es genial!

    Actualiza pronto por fa...

    Esta muy interesante!!

    Chau!

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