Eché una rápida mirada al entorno del paisaje. No era una serpiente muy común así que me dedique a observarla durante unos segundos. Cojí el palo que tenía Alex entre las manos y la di la vuelta. Había algo en la mitad de la serpiente cascabel. Me agaché para poder verlo. Tenía unos dibujos grabados en la tripa. El primero era un ojo muy parecido a los que se usan en los jeroglíficos egipcios; el segundo era una varita, se podía diferenciar por las explosiones diminutas alrededor de la punta de la varita; y el tercero era un cuaderno y un lápiz que dibujaba en el utensilio:
– ¿Qué es esto? – pregunté volviendo a ponerme derecha. Claudia y Alex se acercaron.
– No se. – respondió Alex. – Parecen… ¿Dibujos?
Me dirigí hacia el sitio donde había salido la serpiente, quedando invisible para mis amigos de detrás.Había una caja grande de madera. La cojí y la examiné:
– ¿Maya? ¿Dónde estás?
– ¡Estoy aquí! – grité desde detrás de las hierbas.
Les oí acercarse hasta que les tuve detrás de la nuca; contemplando aquella caja extraña. La abrí y había tres collares con forma de gota. Cada uno cogimos uno y nos lo echamos al cuello:
– Tienen la misma forma que los garabatos de la serpiente. – susurré mientras acariciaba el grabado de mí collar - ¿Claudia me quedes dejar tu collar? – La pregunté alargando la mano con la palma hacia arriba.
– Sí, toma. – Me dijo entregándome el collar cuidadosamente. Ese collar tenía el mismo defecto que el mío.
– ¿Qué pasa? – Preguntó Alex mirando su collar – ¿Qué es esto? – señaló a la izquierda de su collar.
Le faltaba la mitad de un círculo y en la otra parte sin embargo sobresalía. El de Claudia y el mío eran exactamente igual, pero con grabados diferentes. El mío tenía el ojo egipcio, el de Claudia el cuaderno con el lápiz y el de Alex la varita. Era como un puzzle que había que rellenar; y no tarde en hacerlo. Cuando los collares de Claudia y mío se juntaron; y cuando lo hicieron sentí una energía extraña. Era como si una fuerza me dijera que no estaba ahí; que era otro lugar, pero no le di mucha importancia, ya que tampoco era muy fuerte. Le quite de la mano el collar a Alex, y mientras se quejaba, los junte.
Nos quedamos observando los collares durante un rato. Cada vez que sujetaba mi cadena era como si fuéramos uno; pero sin embargo si tocaba alguna de las de mis amigos era como si me rechazaran. “Que extraño” murmuraba todo el rato; eso provoco que la curiosidad de mis acompañantes aumentara e imitándome, empezaron a tocar la cadena de los collares.
Cada uno de nosotros toco la cadena que le correspondía, y entonces ocurrió todo muy rápido. Volví a sentir esa extraña sensación; y entonces volamos hacia arriba. Todos nos lanzábamos miradas de dudas. De repente nos inundo una luz blanca y rápidamente volvimos al suelo con una caída bastante brusca:
– ¿Qué a pasado? – preguntó Claudia con preocupación.
– No lo se… – murmuro Alex lo suficientemente alto para que le oyéramos.
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